miércoles, 27 de marzo de 2024

El mal que los ciegos no advierten

 

Veo, en la marquesina de la parada del bus, el anuncio de una película Los niños de Winton. Es una película redundante como tantas otras, como toda la pedagogía sobre el pasado. Tal redundancia lleva a la pasividad: ya pasó, o la complacencia: yo nunca lo hubiera hecho. El mal no está en el pasado pues ya fue, lo dejamos atrás, sino en el presente o, mejor, en el presente que no reconocemos como maldad. Los europeos de entonces no vieron en Hitler el mal, tampoco en Stalin. Le sirvieron orgullosos, feroces contra el enemigo señalado. Algunos hoy todavía no acaban de creer que Stalin fuese el mal, tampoco los alemanes de entonces veían en Hitler un malvado, sino un héroe de la patria que devolvía el orgullo perdido a Alemania. No tiene ningún sentido ni valor ver el mal en el pasado - al contrario, puede ser signo de debilidad, de servidumbre hacia un poder que lo utiliza como excusa para su propia maldad. No nos compromete a nada, no exige de nosotros un acto de conciencia ni una acción comprometida. El mérito está en ver el mal donde los demás, la mayoría no lo ve, no quiere ver las pruebas los testimonios la verdad de las acciones de los malvados del presente.


No voy a ver esa película redundante. Decir que el mal está en el pasado nos ciega. Nos ciega para ver el mal presente. Los únicos para quienes el pasado sigue actuando en su conciencia son los negacionistas: habría que restregar a los ciegos la verdad que niegan: en 1930 había en Europa 10 millones de judíos, ahora solo un millón en toda la UE.



martes, 26 de marzo de 2024

Tener tiempo. Ensayo de cronosofía. Pascal Chabot

 



El tiempo, "un fuego que me consume". Borges

Deambulamos por unos tiempos que no son los nuestros”. Pascal

La cantidad de tiempo es la aritmética elemental de la existencia”. Chabot

¿Qué nos ha enseñado la burbuja de la pandemia del covid-19?


Durante el periodo del confinamiento, que ahora nos parece tan lejano, el tiempo se detuvo o al menos se aminoró drásticamente, lo que dio ocasión a pensar sobre cómo estábamos viviendo. Algunos se centraron en el propio significado de 'tiempo'. Es paradigmática la idea de que todos sabemos qué es el tiempo, pero nos cuesta explicar en qué consiste. Pascal Chabot, filósofo belga, lanza al mercado de la filosofía, la palabra cronosofia. Durante el periodo de confinamiento, que él vivió entre el 18 de marzo y el 1 de mayo de 2020, en Bélgica, público en La libre Belgique una serie de pequeños ensayos titulados 'diario de un filósofo confinado', ahora convertidos en libro. En él traza una pequeña historia de cómo hemos vivido o sentido el tiempo históricamente. Con ese amor que tienen los francófonos por volver a renombrar para reiniciar la historia de modo que el suyo sea siempre un nuevo comienzo, deslinda cuatro periodos en su cronosofía: el destino, el progreso, el hipertiempo y el plazo. A todos les pone una mayúscula inicial. El tiempo del Destino es el circular, una rueda -las estaciones por ejemplo- va volteando en forma de ciclos las vidas humanas, marcadas por el nacimiento y la muerte. El Progreso es lineal desde que Hegel describiese la historia como el avance continuo del Espíritu: la ilustración en marcha hasta alcanzar el fin óptimo. El Hipertiempo es el presente consumido por la velocidad. Con el Plazo se refiere al catastrofismo o colapsismo que nos obsesiona hasta el punto de pensar en un final inaplazable, 'el tiempo que se agota', la conciencia de no tener futuro.


Por supuesto Chabot encuentra una solución a esta confluencia de tiempos tan diversos. La encuentra en la figura de la espiral. Está por doquier en la naturaleza. Observa la espiral del humo que asciende, el zarcillo de la vid, el remolino del agua que se sume. La espiral como imagen para salir de las determinaciones temporales. En ella se combinan el tiempo cíclico del destino y el lineal del progreso. En la espiral el tiempo no vuelve a empezar sino que el ciclo se abre apuntando hacia un futuro no desbocado sino controlado, no se detiene en el hipertiempo del presente sino que se abre al futuro, pues las espiras cada vez son más amplias, contempla la pragmática preparación al plazo de la catástrofe anunciada, sea ambiental, vírica o de cualquier otro tipo. Chabot propone una quinta manera de contemplar el tiempo, la Ocasión cuya genealogía filosófica encuentra en el Kairos griego, la oportunidad para pensar y actuar sobre la vida que llevamos. Sin embargo, aparte de poner una mayúscula inicial, no nos dice Chabot mucha cosa más sobre como saldar la deuda que nos será cobrada a su debido tiempo, individual o planetaria. Bueno, sí, una cosa importante: el decalage, cómo se diría en francés, entre el progreso tecnocientífico y el progreso moral.


La lectura se traba a veces en la logomaquia propia de los filósofos francófonos, que no tienen en consideración la máxima orteguiana: 'la claridad es la cortesía que el escritor le debe al lector'. Sin embargo, las ideas expuestas pueden inducirnos a una reflexión sobre la velocidad en la que vivimos que, tras el breve bloqueo de la pandemia, hemos recuperado. Pues no solo las posibles catástrofes sobre la vida están ahí, sino que la propia velocidad es una amenaza para el discurrir de nuestra vida sobre la tierra.



lunes, 25 de marzo de 2024

La delicadeza, de David Foenkinos

 



"La estación de Lisieux nunca habría podido inspirar a Salvador Dalí. Era un lugar triste y frío. Markus se fijó en un cartel que anunciaba el museo dedicado a Santa Teresa de Lisieux. Mientras avanzaba hacia Nathalie, pensó: 'Anda tiene gracia, siempre había creído que Lisieux era su apellido...' Sí , de verdad, pensaba en eso. Y Nathalie estaba ahí, muy cerca de él. Con sus labios del beso. Pero su rostro parecía triste y serio. Su rostro era la estación de Lisieux".


Imagina la sucursal de la sueca Ikea en París. En sus oficinas trabajan los personajes de La delicadeza. Imagina a la prota como un molde de Natalie Portman -se dice expresamente en la novela- que además se llama Nathalie. Acaba de quedarse viuda de François, a quien conoció por puro azar pero resultó ser el amor de su vida. Todo el mundo la ve como una belleza inalcanzable. Su jefe, Charles, que está casado con un amor gastado, hace aproximaciones fallidas. Nathalie no puede olvidar a François, pero un día, impulsivamente, para salir de su bucle amoroso, se aproxima a Markus, un sueco que trabaja en la oficina, y, de todos el más inesperado, le estampa un beso. Markus no puede creerse lo que ha sucedido. A Nathalie le cuesta hacerse a la idea de lo que ha hecho. La novela da vueltas sobre ese hecho, sobre sus consecuencias, sobre el proceso de seducción. Protagonistas y antagonistas, el amor verdadero y el gastado.


Si hay un país en el que hay un abismo entre la gran literatura y la literatura popular ese es Francia. No tiene un Shakespeare o un Cervantes, pero, en el espíritu francés, el concepto ‘literatura’ domina la vida cultural y su historia. Los nombres que la han practicado están en el Olimpo, desde Ronsard a Proust, pasando por Racine y Molière. Son sus héroes, por encima de los hombres de armas, salvo, eso sí, Napoleón. En el siglo XX los literatos estaban en la cumbre de la vida social: Sartre y Camus, Michel Foucault y Roland Barthes. Hasta sus presidentes son hombres de letras, con obra literaria detrás.


Sin embargo, al otro lado siempre se ha cultivado una música y una literatura popular que la gente realmente leía o escuchaba: de Françoise Hardy a Françoise Sagan, pasando por Colette. David Foenkinos está en este bando, con gran éxito.


Foenkinos es consciente de la literatura que practica, se recrea en ella. Crea situaciones frases pensamientos ideas con las que su público lector accede a un tipo de sentimientos que derivan de la gran literatura, a través de un estilo bonito que ofrece al lector o lectora emociones de segundo orden, o simulación, emociones o sentimientos literarios, tan lejos de la vida real: "Algo que era lo maravilloso de los cuentos, de los instantes robados a la perfección", con frases del tipo: "Tanta fragilidad al final acaba siendo una fortaleza". Foenkinos, consciente de la vacuidad y del simulacro, introduce el humor, sin renunciar al estilismo: “La lluvia caía sobre el rostro de Nathalie, de modo que no se podía distinguir que eran gotas y que eran lágrimas". "El sueño es el camino que lleva la sopa de mañana". "Markus seguía acariciando sin tregua el cabello de Nathalie. Le gustaba tanto, quería conocer uno a uno cada pelo, familiarizarse con su historia y sus pensamientos. Quería viajar por su cabello".


La gran literatura busca el sentido de la vida y su imposibilidad, el orden social y la revuelta contra el poder establecido. La pequeña se conforma con emociones de segundo orden, como esa abuela solitaria en su casa de Normanda a la que que acude Foenkinos para acabar la novela. A la abuela se le alegra el semblante al ver, sorprendida, a su nieta Nathalie que llega de París para mostrarle su conquista, ya semiolvidado François. Sonrisas y lágrimas.


viernes, 22 de marzo de 2024

Mano de hierro

 


Sobre el puerto de Barcelona siempre se han oído rumores de transacciones no demasiado legales. Es el escenario de esta serie. Llega un barco con un container cargado de coca expedido por un cartel mexicano. Lo recibe el hombre que controla una de las terminales del puerto. Este lo tiene que pasar a un grupo mafioso italiano que es quien pone el dinero. Para dar curso a la acción al container se extravía. ¿Quién traiciona a quién? Hay tantos personajes en la confusa trama -mexicanos españoles italianos moros; capos, policías y banqueros corruptos, despachos de abogados blanqueadores, rateros- que es fácil perderse, aunque de lo que se trata a lo largo de los ocho episodios (Netflix) es de meter mucha acción: tiroteos, hombres torturados, persecuciones de coches, sangre y sexo. Mucha sangre y mucho sexo, eso es todo. Tanto que a veces te preguntas 'pa qué tanto'. Si ves un par de episodios ya lo has visto todo, el resto es morralla, incluido un episodio entero dedicado al mal de ojo y a la santería y el último con el único fin de dejar todo abierto para que te enganches a la segunda temporada -no será mi caso: incluso el personaje inicial, el que lleva un gancho en lugar mano y que da título a la serie, que ha queda en coma en el segundo episodio, o quizá en el tercero, empieza a mover los dedos de la mano sana en el hospital donde se ha pasado el resto de episodios.


Las series españolas han ganado en producción. Los actores ya no son tan malos. A fuerza de ver las producciones americanas los productores españoles han aprendido y saben dónde invertir su dinero y cómo. El asunto es si con tal volumen de producción como nos ofrecen las plataformas de streaming, merece la pena ver series españoles que aportan tan poco, ni siquiera color local. Cada escena cada plano cada gesto nos remite en la memoria a otros que hemos visto antes. El director y creador de la serie es barcelonés, pero salvo algún plano general nada nos indica que estamos en Barcelona, las tomas podrían ser de cualquier lugar.


Por algún motivo los creadores españoles no echan mano del enorme material que la realidad española les ofrece. Sin salir de Cataluña, todo lo relacionado con el procés: calles incendiadas, aeropuerto asaltado, Meridiana ocupada, okupas desokupados, familia Pujol, atentado yihadista en las Ramblas. No se atreven. Es el color local justamente lo que haría a una serie así interesante para el resto del mundo. Claro que también necesitarían escritores que pusiesen en un contexto creíble toda la retahíla de morreos, desnudos y cuerpos destrozados además de permitir a los actores desarrollar personajes más allá de la calcomanía.


miércoles, 20 de marzo de 2024

Domesticar al hombre

 



'”Abrazar modestamente una pequeña felicidad, ¡a eso lo llaman resignación!

Lo que más quieren es, en el fondo, simplemente una cosa: que nadie les haga daño...

Virtud es para ellos lo que hace modesto y manso: así han convertido al lobo en perro y al propio hombre en el mejor animal doméstico del hombre".

Así habló Zaratustra. Nietzsche.


Cuando en 1999 el filósofo alemán Peter Sloterdijk publicó Normas para el parque humano Jürgen Habermas movilizó a los suyos para atacarlo porque según él estaba promocionando la eugenesia. En Alemania, en cualquier debate político o filosófico resuena la barbarie de los años centrales del siglo XX, la discriminación y exterminio de grupos humanos. Habermas tachaba de antihumanistas las ideas de Sloterdijk, porque, según él, proponía el diseño de seres humanos genéticamente superiores, aunque Sloterdijk solo mencionaba las posibilidades de la prometedora biotecnología.


Sin embargo, lo que a mí me interesa del libro de Sloterdijk es la idea del parque humano como rebaño que debe ser conducido por los buenos pastores que saben qué es lo que al hombre le conviene. Esa sería, según el filósofo alemán, la idea central del humanismo desde que Platón la expusiera en la República y Las leyes, la idea de la domesticación del hombre: los hombres son influenciables y pueden ser llevados por el buen o mal camino. Sacerdotes y profesores han tenido como misión conducir a ese rebaño. A su cabeza los escritos de los filósofos marcaban los hitos. Sin embargo, la llegada al mundo moderno de Internet y el amplio abanico de informaciones y redes está quebrando el modelo del humanismo. Esta certificación más que constatación del declive del humanismo es lo que enfureció al sumo sacerdote de la socialdemocracia, Habermas, que ha gobernado el rebaño centroeuropeo desde 1945.



Pero si el humanismo se ha acabado, qué le puede suceder.


"Heidegger supo articular correctamente la pregunta de la época: ¿qué amansará al ser humano, si fracasa el humanismo como escuela de domesticación del hombre?"


Sloterdijk habla de un nuevo humanismo, que él llama "antropotecnia". Ya desde el siglo XV venía el hombre tomando el destino en sus manos, pero es ahora con las nuevas tecnologías cuando puede no solo cambiar el mundo sino a sí mismo. El hombre es la primera especie entre los seres vivos capaz de mejorarse hasta el punto de crear un híbrido humanotécnico, incluso una especie completamente dependiente de sí misma. La especie que se hace a sí misma.


Lo que está sucediendo ante nuestros ojos cada día confirma la tesis de Sloterdijk. En 'la perpetua batalla por el hombre que se viene librando en forma de una lucha entre tendencias embrutecedoras y amansadoras', los partidos que defendían el pastoreo socialdemócrata están de capa caída en toda Europa. Las distintas tecnologías se abren paso con independencia de la filosofía moral que siempre llega tarde y abre debates cuando los cambios ya se han producido. Pero el tema de la controversia entre los dos filósofos alemanes sigue vivo y seríamos necios si lo olvidáramos. Las dos preguntas siguen ahí: si, como decía Nietzsche, el hombre representa para el hombre la máxima violencia -Ucrania, Gaza- qué nos rescatará de la barbarie y, si la biotecnia nos está cambiando -cada día vemos cambios que modifican nuestra especie- cabe preguntarse si el homo sapiens no dará paso a una especie nueva, una especie, quizá, más domesticada que libre.

El libro de Sloterdijk es fruto de una conferencia previa. Es breve. Recomiendo su lectura.



lunes, 18 de marzo de 2024

Pobres criaturas (Poor Things)

 



El novelista que da pie a la película es hombre, el guionista también lo es, como lo es el director, Yorgos Lanthimos. El creador de la nueva criatura del doctor Frankenstein es igualmente hombre, como lo es el hombre sumiso que acepta a la nueva mujer, después de que esta haya recorrido una aventura de aprendizaje probando a cuantos tipos de hombres le salen al paso. Mi impresión primera y final después de haber visto Pobres criaturas (Poor Things) es que más allá de las apariencias los hombres van continuamente en busca de una nueva Eva, una Eva que se aparte de la manzana y la serpiente, que les hace sentirse culpables por haber caído en la tentación, y sea ella misma, es decir, que responda a la imagen que en cada momento se hacen de ella.


Lo que vemos en la película es que uno de esos hombres locos de laboratorio - que en realidad son más cuerdos que la mayoría de los hombres, se nos quiere hacer creer- quiere crear un zoo de nuevas criaturas que emergen de su ciencia y de sus dedos. Por el zoo pululan un montón de criaturas trans. Una de esas criaturas es la mujer que se ha tirado desde un puente, que el científico loco rescata y que, sacando de su vientre el cerebro de la criatura que tiene en su seno, se lo trasplanta y la resucita. La idea es que esa mente aún no formada, sin mácula, en el cuerpo de una mujer, se eche a la vida sin ninguna determinación y por tanto pueda ser ella misma. Bella Baxter escapa de las manos de su creador y también del primer hombre que quiere hacerla suya en todos los sentidos. Una Bella Baxter liberada rotará por el mundo en busca de aprendizaje y formación practicando sexo con todo tipo de especímenes humanos, gordos, fofos, feos, repulsivos a cambio de 30 euros -¡espectador siéntete incómodo porque eres uno de ellos!-, hasta que ya hecha volverá al laboratorio de su maestro para continuar como doctora su labor. Emma Stone es Bella Baxter. Se entiende que le hayan dado el Óscar a la mejor interpretación femenina. Es de no creer el desgaste físico y emocional por el que le hizo pasar el director de la película.


Si quitamos el maquillaje, la escenografía, la exhibición técnica de la cámara -¡todos esos ojos de pez!- y el montaje, qué queda. La idea, la metáfora, es tan simple que Yorgos Lanthimos presenta su película como si fuese una fábula de figuras animadas en medio de atmósferas oníricas. No oculta pues su intención moralizadora: lo que debería ser y lo que no. Hay hombres perversos que merecen castigo y sentir culpabilidad por su trato con las mujeres: el libertino que representa Mark Ruffalo, que acabará en una especie de locura sifílítica, o el antiguo esposo que reclama a su esposa como propiedad, representado por un Christopher Abbot, que será transformado en un rumiante humano y todos los clientes del prostíbulo. Y en el otro lado, por supuesto, los hombres buenos, el creador, William Dafoe, y su asistente, Ramy Youssef, que le pide casarse con ella aceptando que es una mujer libre independiente transformada. La película -ahora en Disney-, que tanta polvareda está levantando, está dirigida a todos ellos, tan perversos, tan ineptos, tan despreciables. Quizá Yorgos Lanthimos piense que sus espectadores, tan pudibundos, tan pornógrafos, o han pasado por el laboratorio que regenta Willem Dafoe o, en su defecto, tendrán que pasar por la película para que vean en su espejo cómo son.


viernes, 15 de marzo de 2024

Nos vemos en otra vida

 



Parafraseando a Vargas Llosa es pertinente la pregunta de cuándo se jodió España, entendiendo como tal la quiebra de la conversación entre ciudadanos que quieren que los asuntos públicos se resuelvan de modo pacífico alcanzando acuerdos. Muchos estarán de acuerdo en poner una fecha, el 11 de marzo de 2004. A partir de ahí la conversación se bifurcó en dos mitades irreconciliables. El grave suceso de los 192 muertos por terrorismo en los trenes de cercanías de Madrid no sirvió a la ciudadanía para hacer un acto de unidad y afirmación de la democracia sino para dividirlos señalando como culpables de lo sucedido no a quienes organizaron y ejecutaron los actos sino a los adversarios políticos. Desde entonces la sociedad española se ha polarizado, porque en la polarización encuentran los adversarios la fuente te su legitimidad política, lo que nos ha llevado, independientemente de la voluntad de los terroristas, además de al envilecimiento de la vida pública, a la irrelevancia como país, al empobrecimiento relativo y a estar fuera de los lugares donde se decide el futuro, El último grave episodio es la ley de amnistía.


En algún momento las aguas volverán a su cauce. Para ello habrá que mirar el 11 de marzo del modo más objetivo posible. Nos vemos en otra vida es una serie en seis breves capítulos (Disney) que pone el foco en una de las ramas de lo que sucedió aquel día. Los protagonistas son un par de rateros asturianos -no sé si es la palabra- que trafican con drogas y que de pronto se les ofrece la posibilidad de hacer algo más grande: robar dinamita de una mina y vendérsela a unos 'moros' que se interesan por ella desde Madrid. Se reconstruye la vida familiar de un chaval de 16 años que entra en contacto con un hombre del hampa de Avilés que le ofrece oportunidades: amistad droga dinero. Los nombres nos resultan familiares por haberlos oído cuando se abrió el proceso: Emilio Suárez Trashorras, el que movía los hilos de aquel grupo de pequeños delincuentes, y Gabriel Montoya Vidal, el "Baby", el chaval. Este es el hilo que conduce la serie desde una familia desestructurada hasta los testimonios de los supervivientes de los atentados. Por el medio, el trapicheo y los contactos con los 'moros'.


Todos son elogios para los hermanos Sánchez Cabezudo que son los que han ideado y realizado la serie. Se los merecen. El guion se basa en la entrevista y el libro que Manuel Jabois hizo sobre el tema. Está bien interpretada, combinando actores profesionales y no profesionales, alternando escenas asturianas con testimonios judiciales. La he seguido con gran interés y a la espera de que otros retomen esta historia hasta completar el puzzle de aquellos días, antes y después de los atentados. Sucedieron cosas increíbles aquellos días y apartar la niebla para hacer luz es una obligación que tienen los que se dedican a esto: historiadores periodistas cineastas. De su mirada limpia depende que reencontremos la senda de la amistad entre españoles.



"Lo que es indiscutible es que hemos tomado el camino a la ignominia. No hace falta más que levantar la mirada: veinte años después, los principales partidos (y los otros) han sido incapaces de arropar juntos a las víctimas del terrible atentado yihadista del 11 de marzo de 2004".